No más ventaja al tiempo,
comprando botes rellenos de fe,
sin acabar realmente por creer,
jurándome de nuevo
que será la última vez.
El Diablo me ofrece
la fuerza de la rabia,
Dios dice cederme
la potencia de la esperanza,
pero me quedo con la sinceridad
de la tristeza que me impuso
tu despedida.
Mis ojos ya no lloran,
mueren ahogados.
Mis manos no tiemblan,
sólo están inquietas
buscando tu tacto.
Mi mente no razona,
observa un desfile de recuerdos.
Ya no busco respuestas,
pues las preguntas me las hago yo,
y la realidad es tan atroz
que responder alguna de ellas,
rompería en el intento mi voz.
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