viernes, 23 de octubre de 2015

En la cuerda floja de mi desastre.

Me persigue la sombra de tu ausencia, 
me arroja a un pozo donde solo existe oscuridad, 
me deja envuelta en una depresión disfrazada.
Este daño me pesa, me somete, me inmoviliza.
El recuerdo me invade, me pisa.
Te echo tanto de menos, que ya ni me reconozco.
Te echo tanto de menos que me echo de menos.

Ya no tengo soporte, voy dando tumbos sin rumbo.
Escribo cada vez que la noche me alcanza y la tristeza me amarra.
Tristeza es recordar días de antaño y compararlo con este momento.
Tristeza es recordarte con la certeza de que no estás.
Quiero sentirte cerca, dejar de verte solo en fotos
 y cuando cierro los ojos.

Lucho contra mí misma cada día para dejar de hundirme.
Lo plasmo para sacarlo fuera,
desahogarme y así no ahogarme en llanto.
Pero hacerlo es reconocer que no estás, y eso me hunde más.
Lucho contra mí misma cada noche y no sé si voy ganando o perdiendo.
Desde que tú no eres, yo no soy, y ya no sé quien soy.

Te echo tanto de menos que mi alma me echa de menos.
Te echo tanto de menos que ya no sé si se ha convertido en mi estado natural. Ya me es indiferente.
Aparentando estabilidad con risas y carcajadas.
Por dentro otra versión; una explosión de caos, seísmos,
incertidumbre, una mente en quiebra.

Sonrisas de pega, envueltas en amapolas desprendiendo veneno.
Restos de mi caos esparcidos por mi alma creando cataclismos,
provocando llantos insonoros.
Un dolor tintado, patentado por tu voz.
Malgastando líneas recordando en lo más profundo de lo sombrío.
Callarme caminando hacia la paz que me brinda desprenderme de tanto desorden, 
el desorden que me causa el pensar en la incertidumbre a la que me empuja tu ausencia.
Recuerdo la melodía de tu risa y me tortura.
En la cuerda floja de mi desastre, y para colmo, perdiendo el equilibrio.




martes, 20 de octubre de 2015

Dueles más al anochecer.

Grabada en mi piel con tinta, grabada en mi sien a fuego.
Viejas cicatrices, mi mente quiebra.
Las agujas del reloj se detienen y apareces tú en mis pensamientos.
Golpeándome la realidad como de costumbre.
Ya no me sorprende ver mis heridas abrirse.
Mi dolor lleva la firma de tu ausencia y mis lágrimas tu nombre.
Ni ruego, ni rezo, ni espero. Estoy empezando a aceptar que no volveré
a abrazarte. Pero solo empezando, porque cuando acabé por aceptarlo,
seré yo quien esté acabada.
Me siento atada y sin remedio.
Apenas lloro, solo escribo, escribo y muero.
En cada línea retrocedo, recuerdo y muero de nuevo.
Recuerdo el verde de tus ojos y es entonces cuando mi alrededor se vuelve gris.
Me coso los rotos pero me canso, miro tu nombre en mí y desvanezco.
Mi anhelo, mis ganas, dónde quedarán esta noche.
Perdí el sentido a todo y la razón me abandonó.
Me escondo tras la coraza que creé pero tu recuerdo golpea muy fuerte.
Si acaba rompiéndomela, solo quedará el vacío que nació tras tu partida,
ese vacío que si me despisto, puede ser visto,
ese vacío que sin más, se niega a morir.
Cada noche mi alma desvanece,
y es que me dueles más al anochecer.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Resonando en mi cabeza.

El eco de tu nombre resonando en mi cabeza.
Mi sombra tiembla al observar que la tuya se acerca.
Otra noche en vela en busca de respuestas,
respuestas que tapaste con tu inconsciencia,
y ahora no hay luz que alumbre mis incógnitas.

Harta de aparentar que tu voz ya no me persigue
cuando vivo en una persecución continua,
donde cada carretera me lleva a muro sin escapatoria.
Cansada de pelear con la incertidumbre y no encontrar la razón.
Agotada de aguantar cada gota que brota desde el cielo
esperando una reacción por tu parte que nunca llega.

Estoy muerta de frío desde que me acostumbré
al fuego que resplandece en tus ojos,
y su calor ya no me sirve de inspiración.
Acostumbrada a tu desastre, de hacer de tu vida mi caos.
Cansada de los alambres que me atan a una realidad gris.
Harta de que mi mente sea pesadilla, mis sueños fantasías,
los días rutinarios y las noches infierno.

Busco alguna salida y a punto de toparme por casualidad con la certeza,
me nubla de nuevo la ceniza de tus promesas.
Dudo de este entorno que aparentaba ser un Edén,
pero se siente cual huracán que agita y me recuerda lo perdido.
Dudo de mi salud mental cada vez que me acerco al infierno
por voluntad propia.
Dudo de mi racionalidad cuando digo que me quiero
pero vuelvo a tu carretera sin salida.

Brindo por mi desastre, por el laberinto que me creé.
Brindo por mis ganas, por volver a ser y no depender.
Y ahora una oración, para que lo que no tenga salida
sea mi sensatez.
Brindo por tu inmadurez y por mi estupidez.
Brindo por el infierno en el que me adentré.
Y por último una oración, por encontrarme de una maldita vez.




martes, 6 de octubre de 2015

Joder, ni yo soy.

Reflejada en tu pupila, 
me encontré con la despedida que nunca quise pronunciar.
Las palabras que nunca fueron dichas,
son aquellas que más dolieron en mi interior.
Golpeándome bruscamente la obligación de decir adiós.
Nunca fue fácil aceptar que esa sería la última vez que me vería
en tu mirada,
pero mucho más difícil fue presenciar como la agachabas.
Fue la forma más cruel de hacerme entender
que ya nada iba a ser.
Simplemente ya no iba a ser.
He retratado las huellas de tus pasos al marcharte.
He escrito y tachado mil veces los versos que te he dedicado, por si al tacharlos, también se borraba el dolor que me causaba escribirlos...
Porque desde que no estás ya nada es.
Joder, ni yo soy.
Mi voz quebrada, mis manos temblando y mis lágrimas nublándome la vista.
Nublado mi mundo, rota por dentro y muriéndome un poco más en cada escrito.
Los recuerdos me pesan, tanto, que mi alma desea liberarse.
Quiere volar, irse contigo.
Quiero retroceder, cambiar el destino.
Un adiós prematuro, una despedida como puñalada.
El tiempo no cura, no mientan, el tiempo me duele cada vez más.
Cada día estoy más lejos del ayer, de ese ayer en que todo estaba bien.
Estoy matándome en cada escrito, reitero.