El placer de matarme, el resurgir de los escombros.
Los recuerdos con experiencia sicaria, la poesía salvando
vidas,
muriendo al empezar una frase, resucitando al acabarla.
La realidad ahogando, la fantasía hundiendo aún más
disfrazando mentiras de sueños.
La vida pasando factura, mis bolsillos llenos de aire.
El tiempo corriendo sin pausa, yo con agujetas y flato.
Avecinándose la tormenta, y a mí que no me sorprende.
El orgullo es tan caro que jamás lo utilicé al contrario que
los demás.
La tristeza atacando de nuevo, yo preparando el bolígrafo y
el folio.
Nunca supe lo que significa el odio, pero siento la derrota
y caigo del podio.
La rutina de siempre, actitud cortante, de difícil temple,
un vacío constante.
Persecutoria estresante, entre el daño del pasado y el miedo
al futuro, ataque de nervios.
Marzo lamentándose, septiembre llorando, noviembre
recordando,
y diciembre dice que está a un paso de tirarse por el
acantilado.
Mi cabeza rota, mi mente quebrada, el alma ignorándome.
Letras suicidas que matan por no saber olvidar.
Un adiós que no fue pronunciado, el destino sentenciando
dolor eterno.
Mi interior en banca rota, y yo sin voz pa’ pedir préstamo.
Haciendo compañía al ático.
Pasando página, quemando las lágrimas, echando la vista al
frente.
Observando el mundo, la humanidad y la vida de forma
diferente.
Los versos jurándome amor eterno, y yo sin ganas ni fe.
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