Me envenené con el humo de tu lumbre,
esa que encendiste con el embrujo de tu mirada,
esa que ahoga cual primera calada,
mientras crees sentirte en una nube.
Abandonaré mis ganas de volar
el día que la locura razone,
dejaré de escribir mi condena
la noche que vea sonreír a mi ángel.
Huyo de la luz que brilla, pues nos ciega;
me hallo en lo sombrío del verso,
pues la tristeza es la más sincera
y dice que tu alma voló pero aún la siento.
Una voz como la tuya es inmortal,
tan solo el tacto de tus manos ya era arte,
Arte está de luto desde que tus ojos cerraste,
y mis sueños se niegan a dormir si no vienes a arroparles.
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