El silencio me escucha mientras le
cuento
que he vuelto a conversar conmigo.
El arte que me imparte el desastre
de no poder abrazarte es tan triste y
bello.
El olvido no existe, es un intento de
auxilio.
Es como si quisiéramos escapar de
nuestro yo
cuando intentamos no recordar. Intento
de exilio.
Todos vivimos en una pena constante
que disfrazamos de risas intentando
alcanzar el olvido de lo que nos duele.
Entrelazamos las sonrisas con las
penas,
confundimos el karma con las
consecuencias,
adaptarnos con el cansancio, vivir con
sobrevivir.
Las palabras tienen gran destreza
ya sea para levantarnos o destrozarnos.
Buscamos el amor que acaricia a la
felicidad esquiva,
pero nos enganchamos a la fiel tristeza
que se acomoda en nuestro pecho
izquierdo.
La gota que colma, el verso que me
descoloca,
tu nombre es la soga que al pronunciar
me ahoga.
La lágrima que rompe en llanto
y el calor del abrazo que sirve de
manto.