lunes, 29 de febrero de 2016

Borrar un párrafo.

Tener que borrar un párrafo
donde te menciono,
El vuelo cansado de un pájaro,
como el latido de un corazón roto.
Ángel de mi guarda,
protégeme del veneno de su caminar.
Abrazos por la espalda,
puñaladas que son miradas agachadas.
El cielo y el infierno en unos mismos ojos.
Su firma en cada uno de los trozos
esparcidos sin más dirección que el trazo
que desemboca en los brazos
de una tristeza nacida del beso
que muere por su huida sin regreso.
Recitarte al alba,
escribirte al anochecer.
Discutir sin ceder,
abandonar por errar y tardar
en reaccionar.

sábado, 20 de febrero de 2016

En un rincón.

Tus manos enlazadas con el anhelo, las mías muertas por tantas caricias que no fueron dadas. Qué bien le quedan a tus ojos esas ojeras que dictan el cansancio de lo aprendido y reflexionado. Qué bien le queda a tu corazón mis latidos desgastados.
Con ese toque de humor que le damos a la repetición de frases que no llevan a ninguna conversación con sentido y acaban en un beso que termina al despertar.
Observo el humo de los escombros, que dejaron el derrumbe de nuestro templo, tras ese cataclismo provocado por las promesas que fallecían al agachar nuestras miradas ya cansadas.

El fuego que yacía de tu caminar ha perdido fuerza hasta terminar apagado, como colapsados mis pensamientos, que quedaron bloqueados en ese recuerdo de la puerta cerrada y tú sin aparecer.
Tinta derramada sobre el folio intentando darle sentido a estas palabras con emociones que sólo muestran el lado negativo, y es que qué bien le quedaba a tu desastre mi caos, qué bien le quedaba a mi silencio tu risa.

Tengo miedo y me escondo en la sombra de tu sonrisa ya desvanecida.
Me aterra pensar en la posibilidad de un futuro exento de tus abrazos o de tus palabras sabias, y el dolor coge más fuerza cuando el sol coge frío y se tapa. Si miro en mi interior veo que no queda nada más que el recuerdo de la comisura de tus labios, y en un rincón mi corazón ya roto.

Se evaporizan mis ganas como se desvelan mis sueños que no sueñan, desconcertados e incapaces de pegar ojo, eso es culpa del sabor a cafeína que dejaste con tu vuelo.
Colecciono tus palabras certeras disparadas directas a mi pecho dejándome extraviada la razón, y mi sangre perdiendo color mudándose a tu corazón.


Escribamos un final a este desastre, consigamos hacer volar los intentos fallidos y qué ardan. El sonido de tu voz será el patente que proclame mi gloria. Sólo tu voz.

viernes, 12 de febrero de 2016

Perdóname.

Perdóname,
perdóname por lo que no te dije,
perdóname por no haber aprovechado el tiempo,
perdóname por no haber sabido valorar tu presencia.
El veneno que me otorgó el destino con tu ausencia,
te juro que está acabando con mi ser.

Perdóname por no decir te quiero,
perdóname por no decir que te extrañaré,
el miedo y el peso de la realidad me lo impidió
quedando clavados en mi garganta,
sin poder pronunciar palabra.
Perdóname por no haber alegado
que te querré incluso después de mi muerte,
pero estaba concentrada memorizando tus gestos,
contemplando tu cabello, grabando tu voz en la memoria,
inmortalizando tu mirada que ahora veo al cerrar los ojos.

Perdóname si soy pesada escribiéndote,
pero tengo la sombra de tu adiós asfixiándome.
Perdóname si sigo llorándote,
pero es que el dolor es cada vez más intenso.
Estoy quedándome sin tiempo,
y lo único que deseo es tu regreso.

Perdóname tú,
porque yo jamás seré capaz de perdonarme,
por no haber cuidado cada momento a tu lado,
por no haber apreciado tu sonrisa,
por haber vivido con prisa,
y ahora vivo condenada con el recuerdo
que me ataca cuando el cielo oscurece,
y el frío que cala mis huesos al pensarte
me estremece.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Recordé.

Hoy recordé ese día, y creo que me he quedado en ese momento atrapada.
Huyo del dolor pero estoy perdida en este desastre de vivir sin abrazarte.
Intento recuperarme, convencerme de que esto cesará,
pero el peso de la nostalgia me derrumba tanto como saber que no volveré a verme en tu mirada.
Se congelan mis huesos, mi interior destruido, mis ganas muertas.
Cómo duele esta noche escribiendo por el veneno de tu ausencia.
Cómo duele saber que mañana seguirás sin estar.

Hoy recordé ese día, recuerdo el beso, tu mirada y mi ‘hasta luego’.
Huyo del sonido de la llamada de esa noche que resuena en mi sien al anochecer, 
aquella llamada que sentenció mi condena y pago con sangre cada madrugada.
Esa llamada en la que decían que tus ojos se cerraron para dormir eternamente.
Fue entonces cuando cerré los míos y no quise abrirlos jamás,
por miedo que al hacerlo esa pesadilla siguiese en pie,
por miedo a tener que obligarme a reconocer que no volverás.
Cómo duele escribirte y no recitarte.

Hoy recordé ese día, y creo que me estoy perdiendo.
Guardo cada momento en mi memoria y cierro con llave.
No estás en cuerpo, pero te siento en mi piel,
no estás en cuerpo, pero te escribo cada noche,
no estás en cuerpo, pero tus palabras son eternas,
no estás en cuerpo, pero tu risa sigue siendo la melodía más bonita,
no estás, pero es que yo tampoco estoy,
parte de mí se fue contigo.
Mi corazón se rompió al escuchar el último latido del tuyo,
sé con certeza que se rompió, pude escucharlo.

Vivo en un eterno gris desde que el verde de tus ojos marchitó.
Me he quedado quebrada y temo no ser capaz de hallar seguridad en mí,
quedarme afligida en una de estas noches en las que retrocedo.
Estoy recordando ese día, esa noche, esa llamada,
y creo que me estoy muriendo de nuevo.
Dejándome caer al precipicio,
mi mente se declara derrotada.