jueves, 19 de noviembre de 2015

Gris.

Ni blanco ni negro, me representa el gris.
Estoy de madrugada escribiendo en honor a la noche
que me regala el insomnio.
Nunca me gustaron las peleas, pero tengo una guerra interna.
Camino bajo un túnel oscuro y mi linterna se quedó sin pilas.
Estoy enamorada de lo sombrío, de lo que inspira.
Me entristecen tantas cosas que estoy empezando a pensar que soy yo la triste.
Tengo un quiste en el alma, un descosido en la cicatriz y el desorden en la cabeza.

Hace ya mucho que dejé de rezar y siempre soy presa de la incerteza,
de la voz que me aconseja y solo consigo resultados que restan.
Soy mi propio gato negro, mi espejo roto y siempre dejo abierto mi paraguas
en espacios cerrados por si no encuentro salida y comienza a llover en mí.

Soy un libro cerrado pero dejo versos sueltos a la vista por si alguien sigue la pista.
No me representa todo lo que escribo, más bien soy lo que tacho,
interpreta como quieras pero no confundas mis letras.
Veo belleza en lo roto, me aferro al desastre y 
solo encuentro inspiración en lo que no tiene remedio,
pero busco la calma por el bien de mi alma.

Brindo sin copas, me confieso con un folio y un bolígrafo.
Dicen que las palabras se las lleva el viento,
yo digo que son tatuajes en la sien.
Así que cuida lo que dices, yo cuido lo que escribo.

No tengo respuestas, tengo mil dudas y unas ojeras que me acompañan.
No me hace falta arma o droga para matarme, 
solo preciso del recuerdo y un cuaderno donde plasmarlo.
Quise perderme para encontrarme y aún no sé dónde me hallo,
la última vez que me vi fue en la profundidad de mis recuerdos 
que quedaron inmortalizados.

Soy mi gato negro, rompo mi espejo, soy lo que tacho.
Tengo siempre un paraguas abierto por si llueve en mí.
Estoy en la cornisa escribiendo la nota más sincera,
después le prenderé fuego o la dejaré caer al vacío,
y tal vez salte, o quizá me salve.