miércoles, 11 de marzo de 2015

Gracias.

Comprende que me cansé, he llegado a ese punto en que
tu ausencia no me duele, ni me duele recordarte.
Me enseñaste querer, a echar de menos.
Me enseñaste a odiar, a mentir .

No intentes volver, no vuelvas, prefiero olvidarte y recuperar mi paz,
que tenerte y vivir en tempestad.
Siempre te fuiste, nunca quisiste quedarte.
Tú vives de juegos y tormentas.
Yo deseo avanzar, deseo la calma.

Mantuve demasiado tiempo la venda en los ojos que yo misma me coloqué.
Ahora son demasiadas las ansias de seguir mi camino
y no permito la caída sin la voluntad de levantarme.

Hoy tengo la fuerza, las ganas de quemar tu recuerdo.
Con tu adiós me quito el miedo, las dudas.
Muchas ganas de vivir y pocas de buscarte.

Es un arte el aguantarte y yo nací con el don de la paciencia.
Demasiado aguanté.
Echándote de menos, queriéndote de más, más de lo que merecías.
No tengo ganas de odiarte, ni eso mereces.

Y por último, gracias.
Por enseñarme que las promesas no son eternas.
Por mostrarme que las personas hablamos de más, asegurando de más,
cosas así como que siempre estaremos, sin condición.
Que todos tenemos nuestra parte en la vida y la presencia de alguien
con el tiempo se convierte en ausencia.
Gracias, pero sobre todo gracias por marcharte y provocarme tantas emociones,
 entre ellas la tristeza, la desesperación.

Todo eso se convirtió en inspiración.



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