domingo, 8 de marzo de 2015

El aullido del lobo solitario.

Donde una mirada es honesta, donde una sonrisa es sincera.
Guarda silencio y aprende a observar lo que esconde la verdad,
lo que no dicen las palabras.
Un aullido por cada pérdida, por cada cicatriz. 

No existe el final feliz, existe el correspondido, el merecido.
Cada noche vuelve a evadirse la mente recordando lo que no se quiere recordar.
El tiempo es veloz pero sigue buscando el aullido perfecto
que enamore a su venerada diosa,
que dure lo suficiente para explicar que todo se pierde.
Que todo lo perdió y se perdió,
y cuando se pierde no hay consuelo.
Siente que camina sobre un suelo hecho de hielo.
Apunto de romperse mira a la luna en busca de claridad en ese oscuro cielo.
Oscuro como su alma que se intoxicó de dudas y confusiones.
Y ahora no sabe hacia dónde ir porque
todos los caminos le parecen erróneos.
Es aquel lobo solitario que se alejó de su manada porque
notaba que algo le faltaba y camina en busca
de un poco de inspiración, esa inspiración que le brinda la luna.
Por eso la desea, su llanto no cesa porque no puede acercarse más a ella.
Expresa en aullidos lo que siente, sabe que contemplarla es su fortuna.
Y él la sigue, la observa y la venera, le asombra su luz,
necesita su luz, necesita iluminar su sendero oscuro.
Con la calidez que siente su coraza fría en el corazón se derrite.
Enamorado de la paz que le transmite.
Enamorado de la luna.
Su diosa,
quien brilla en la oscuridad, quien su alma ilumina,
su diosa.


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